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CONVERSACIONES CON CONCHA MÉNDEZ (Primera parte)

Gracias a unas grabaciones registradas en 1981 que su nieta Paloma Ulacia Altolaguirre recogió bajo el título Memorias habladas, memorias armadas, y gracias a la imaginación del entrevistador, transcribimos aquí unas conversaciones con nuestra “sinsombrero” de esta semana: Concha Méndez Cuesta.

Es necesario aclarar que las respuestas en letra cursiva corresponden a las palabras exactas que Concha dijo en su día, recogidas por la nieta en dichas grabaciones y que se encuentran depositadas en la fonoteca de México; el resto es producto de nuestra fantasía (siempre con la base que nos ofrecen las investigaciones hechas en su biografía y los testimonios cercanos que comparte Tània Balló en su libro Las sinsombrero).

ENTREVISTADOR._ Doña Concha, ¿le apetece compartir con los lectores algunos de sus recuerdos?

CONCHA MÉNDEZ._ Por supuesto, con mi nieta también hablo mucho sobre aquellos tiempos pasados.

E._ Empecemos por el principio, ¿cuándo nació?

C._ Soy la mayor de once hermanos, nací en Madrid en 1898, que no fue un año cualquiera, en esa fecha se perdieron las colonias españolas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. También nacieron otros compañeros de generación: Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso y García Lorca.

E._ La verdad es que importa señalar esta fecha y la coincidencia con otros tres poetas, no hay excusa para aquellos que omiten incluirla a usted y a otras mujeres en la llamada generación del 27, pero sigamos con la entrevista. Háblenos de los recuerdos de su infancia.

C._ Durante el invierno vivíamos en Madrid, con la llegada del verano nos trasladábamos a San Sebastián, que por aquel tiempo era el lugar de veraneo de los ricos y de la monarquía.  Me gustaba contemplar el mar desde la playa de la Concha, soñaba con cruzar el océano y viajar a descubrir nuevos mundos. Me acuerdo de un día que vino un amigo de mi padre a verle, entonces les dice a mis hermanos, que eran muy chiquitos: “¿Tú qué quieres ser de mayor?”, no sé qué dirían, y yo me adelanté, a mí no me preguntaba nada, digo: “Yo voy a ser capitán de barco cuando sea mayor”. Y él dice: “Las chicas no son nada”. Yo le tuve un odio a aquel hombre horrible, qué es eso de que las niñas no son nada, yo desde pequeña quería ser algo.

E._ He oído comentar que uno de esos veranos conoció a Buñuel.

 (Le digo esto a sabiendas de que no le gusta recordarlo, si se opone a hablar de ello lo respetaré).

C._ Sí, un verano en San Sebastián, conocí a un chico aragonés que me presentó, en uno de los bailes, a otro chico, que resultó ser Luis Buñuel, el director de cine. En aquel tiempo este se interesaba solo por los insectos. Y nos pusimos en relaciones. Teníamos la misma edad; estuvimos juntos durante siete años.

E._ Parece ser que él no quería que usted conociese a sus amigos y la mantenía en la sombra…

C._ Él llevaba una doble vida. Nunca nos reunimos juntos con los chicos de la Residencia de Estudiantes. La vida dividida entre los amigos y la novia era una costumbre de la época; me hablaba de ellos, pero nunca me los presentó… Me pregunto cómo podía conciliar ambos mundos; uno más frívolo, nuestra vida en común, y el otro artístico, en el que se filtraban ya rasgos surrealistas.

E._ Doña Concha, díganos qué lecturas eran sus favoritas.

C._ Mi familia no consideraba necesario que cultivara la mente y la sola presencia de libros o periódicos cerca de mí ya era objeto de riña. Mis primeras lecturas las hice a los dieciséis años. Vivíamos en una casa de departamentos que era de mi padre. Ahí entre los inquilinos, se encontraba un profesor de literatura, con su mujer. Él me prestó obras de literatura rusa: Chejov y Dostoievski fueron mis primeras lecturas. Entre otras me facilitó una obra de Zorrilla: “El puñal del godo”. La tenía guardada en casa cuando un día la sirvienta la descubrió, y fue a contar a mis padres que yo guardaba un libro indecente, porque al pronunciar le ponía “J” a la “G” de “godo”.

E._ Si sus padres le impedían leer, imagino que también se oponían a unos estudios superiores.

C._ Cierto, me las tenía que ingeniar si quería salir más allá del entorno familiar. Recuerdo que un día acudí de oyente a un curso de literatura geográfica. Para ir a la universidad tuve que hacer que unas amigas me acompañaran, venían a casa, salía yo con ellas, luego ellas me dejaron en la universidad. Yo mayor de edad, no podía ni pisar ese sitio, era increíble, ¿no? Pues así era. Y cuando llegué a casa, por algún hermano que me vio, mi madre se enteró de que yo había estado en la universidad. Y estaba hablando por teléfono. Entonces me dijo: “Venga usted aquí”, me dio con el teléfono aquí y me salió un chorro de sangre, hice así y tenía la mano llena de sangre, del golpe que me dio. Así como si hubiese ido a sabe Dios dónde. Así es que así las gastaban. Tuvieron que vendarme la cabeza y todo.

Sin embargo y pese a todo me arreglé para obtener a escondidas el título de profesora de español en el Centro de Estudios Históricos, era emocionante ir a clase a escondidas.

E._ ¿Cómo conoció usted el estatus cultural fuera de esa familia – digamos, permítame decirlo_ represora?

C. _Fue gracias a Luis, en el inconsciente me iba enterando de la posibilidad de otro mundo ajeno a las paredes de casa. Estaba de moda ir a bailar y a tomar el té por las tardes a los grandes hoteles: el Ritz y el Palace. Cuatro veces por semana íbamos a bailar y los demás días al cine y al Retiro. Entonces yo no sabía que Buñuel tuviera una visión cinematográfica del mundo (quizá él tampoco lo sabía). Nuestras preferencias eran Chaplin y Buster Keaton.

E. Parece ser que Buñuel se va a París gracias a un proyecto cultural, pero usted no lo acompañó.

C._  Cierto es que  en ese traslado yo vi la oportunidad perfecta para casarnos porque ya llevábamos siete años de relación, pero no fue así; una vez instalado en París se olvidó de mí, con el tiempo y a su vuelta intentó reconquistarme  y yo empecé por decirle que quería a otro.

Hacemos un alto en la entrevista, se nota que Doña Concha está cansada. Aunque ardo en ansias de saber qué hizo durante este tiempo en el que su novio estaba ausente. ¿Conocería a los huéspedes de la Residencia de Estudiantes?  ¿Cómo se las ingeniaría para conocer ese mundo fuera de su hogar? ¿Tendrá algún otro secreto que quiera compartir con nosotros?  ¿Cómo recordará su boda? Para todo ello tendremos que esperar. La próxima semana reanudamos nuestra cita con ella.

  

Los acertantes de la quinta prueba son: Iván Fernández del Valle (4ºB) y Mateo Cano Menéndez (4º B).

 

Y aquí va la sexta prueba:

 Seguimos con Concha Méndez…

1-      ¿En qué deporte destacó nuestra “sinsombrero”?

2-      ¿Con qué poeta de la Generación del 27 se casó?

Enviad vuestras respuestas (nombre, apellidos, curso & grupo) antes de las 13:30 horas del día 3 de marzo a alguno de los siguientes correos:  Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.  ;   Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Ánimo; esperamos que se unan más participantes a nuestra cita semanal.